El amor no tiene tiempo, y las promesas tampoco. Por eso Penélope sigue sentada, esperando, a la puerta de la casa. Su palidez se confunde con el blanco de la silla, que al ojo distraído parecería vacía. El sol cae de costado y resalta su blancura. Una maceta con geranios rojos apoyada sobre un tronco y una maleta marrón de cuero natural la acompañan en la espera.
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